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Tengo que haceros una confesión: hace dos meses, cuando comencé el blog, estaba en casa de mi hija mayor, feliz, rodeada de
amor y de apoyo; cerca de un niño de dos años que es una maravilla y que te da
amor incondicional todo el tiempo, el mejor amor del mundo. Al volver a casa
llegaron mis hermanos, que no sólo me mimaron y estuvieron conmigo para hacer
filosofía de cocina, charlar, disfrutar de la comida y paseos, viajar y
reírnos, sino que pusieron en condiciones la casa, porque ella estaba
constantemente haciendo cosas, ordenando y ocupándose de la lavadora y él
hizo todos esos arreglitos que son tonterías y, salvo que llames a www.maridodealquiler.es, se van
acumulando porque no sabes cómo solucionarlos tú, ya que además de salirte por
un ojo de la cara, te sientes un poco boba llamando a un electricista y
que luego te toquen el timbre y aparezca un muchachote con un carrito lleno
de herramientas y cables de colores para renovar todo el cableado de la casa,
cuando lo que necesitas es que te cambien un enchufe que tiene entrada para
pata finita y necesitas uno para pata gorda.
Pero ya se ha acabado el verano, ha
comenzado el viento y la lluvia, han terminado las visitas, se ha cambiado la
hora y oscurece más pronto y aquí estoy, nuevamente sola con el gato, las
plantas y las lombrices, que he tenido que sacar del balcón de la cocina porque las moscas de la fruta me habían invadido y me estaban volviendo
loca. ¡Qué peligro! ¡Cuánta necesidad de seguridad / variedad; amor y
conexión/ reconocimiento! ¡Cuán fácil resultaría utilizar la comida para llenar
ese vacío!
Message in a bottle, message in a
bottle...
Hace unos días recibí un mensaje de una
querida amiga que había pasado unos días en casa (o sea que tan sola no había
estado después de la visita de mis hermanos, ¿veis cómo nos engaña la mente?).
Cuando ella estuvo en casa porque vive fuera y venía a un seminario a Madrid, aprovechamos para leer las Animal Cards y meditar sobre el mensaje que le enviaban, o, mejor dicho, que ella se enviaba a través de las cartas. También hicimos uno de los ejercicios de Sark, que le resultó muy útil. Y, como si aquello no fuera suficiente, el tema que habíamos tratado con las Cartas y Sark volvió a surgir en el seminario y lo trató con craneosacral. ¡Un fin de semana cargado de cambios! En el mensaje, mi amiga me decía que al volver a su casa había pasado un par de días en cama porque sentía como si estuviese teniendo un "reajuste energético" y había respetado esa necesidad.
Cuando ella estuvo en casa porque vive fuera y venía a un seminario a Madrid, aprovechamos para leer las Animal Cards y meditar sobre el mensaje que le enviaban, o, mejor dicho, que ella se enviaba a través de las cartas. También hicimos uno de los ejercicios de Sark, que le resultó muy útil. Y, como si aquello no fuera suficiente, el tema que habíamos tratado con las Cartas y Sark volvió a surgir en el seminario y lo trató con craneosacral. ¡Un fin de semana cargado de cambios! En el mensaje, mi amiga me decía que al volver a su casa había pasado un par de días en cama porque sentía como si estuviese teniendo un "reajuste energético" y había respetado esa necesidad.
Reconocer, aceptar y soltar
Su mensaje me abrió los ojos a mis
propias necesidades. ¡Gracias amiga/maestra! No me había dado
cuenta de que yo también había estado allí con ella, haciendo mis propios
cambios ayudada por las cartas, las técnicas de Sark y craneosacral. Yo
también me sentía baja de energía después de tanta movida. Me di cuenta de que
tanto ella como yo habíamos tenido que "reformatear el disco duro" y
que eso te come mucha energía, por lo que físicamente estábamos un poco
débiles. ¿Y qué pasa? ¿Acaso no se puede uno sentir bajo de energía de vez en
cuando? ¿Cuesta mucho acaso reconocer esa necesidad? Como nos enseña Sark,
reconocemos esa emoción y, con cariño, con mucho cariño, la dejamos marchar.
Me siento mal porque me he quedado
sola y eso no me gusta.
No me gusta sentirme mal cuando estoy
sola.
Acepto que no me gusta quedarme sola.
Lo acepto y lo dejo ir.
Adiós sensación, adiós. Te acepto y me despido de ti.
La confesión venía porque no he seguido
bajando de peso. ¿Qué integridad tiene entonces mi mensaje? Por eso he tardado
tanto en escribir esta nueva entrada. Me sentía un fraude. Me sentía obligada a
mostraros que seguía avanzando en línea recta (seguramente lo que me guiaba era
mi necesidad de reconocimiento).
Pero la vida no va en línea recta, va
haciendo meandros. Es cierto, la agujita no baja de 90, pero sigue clavada en 90. ¡La
balanza sigue sin subir! Vale, no he seguido bajando de peso, pero
tampoco he subido. Y sin necesidad de hacer dieta, he bajado más de seis kilos
desde que empecé el 31 de agosto, cosa que no había logrado hacer en dos meses
en muchos años. Ni en dos meses ni en tres ni en cuatro, porque no quiero
exagerar, pero en esta época el año pasado creo que pesaba 100 kilos, diez más
que ahora.
Así que no pasa nada,
¡No pasa nada!
El cambio ya ha tenido lugar. Creo que,
gracias a mi amiga, me he tomado mi tiempo para reformatearme y seguir
adelante. ¡Y no he recurrido a la comida para ponerme como una foca y agregar a
la sensación negativa la de culpabilidad que habría sentido si lo hubiese
hecho! ¡Que viva yo y que vivan todos los maestros que me trae la vida, llenos
de amor y dulzura! Gracias, gracias a todos.
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