Este blog propone un proceso de cambio paulatino. Si es tu primera vez, lee la entrada del 31/8 y luego sigue la cronología. Las entradas correlativas irán dando pistas para conseguir el objetivo que nos proponemos: liberarnos de una vez por todas de la necesidad irracional de comer que nos lleva a tener un cuerpo que no nos proporciona la felicidad que nos merecemos.
Home alone
Durante
la semana me levanto entre las 6.30 y 7, me doy una ducha inmediatamente, me
arreglo y salgo. He adoptado el hábito de desayunar en algún sitio cerca del trabajo
para asegurar mi puntualidad. Y luego sigo encadenando clases y sesiones. Algunas veces vuelvo a mediodía, pero las más como algo fuera hasta llegar a la noche.
El sábado no madrugo. Sin la ducha inmediata, ya
empieza mal la cosa. Desayunar en bata con un libro hace que todo se ralentice.
El fin de semana entero se convierte en “Carros de Fuego”.
Chan chan cha cha chaaan chan,
chan chan cha cha chaaan chan,
chan chan cha cha chaaan chan,
chan chan cha cha chaaaan.
Al
no madrugar, mi mañana se va volando con cuatro tonterías. Entre la ducha tardía,
poner una lavadora, salir a hacer una compra y ordenar un poco, llega la hora de
comer. Como en general no almuerzo en casa, me merezco algo rico, así que me hago una pasta, algo con fundamento, a decir de Arguiñano. Después de comer viene la tarde. Es fin de semana, tiempo de descanso, no hay nada importante que hacer.
El teorema de Thales
Allí
es cuando empieza lo serio. Con la excusa de acabar un jersey para mi nieto me
apoltrono en el sofá. Pongo una peli, pero no logra engancharme, así es que me
voy al ordenador. El ordenador está bobo porque todo el mundo a esa hora va y
viene con familia, deportes, amigos. Nadie se conecta las cuatro de la tarde,
sólo yo que estoy sola en el mundo mundial, con hijas mayores de vidas
felices, amigos que llevan existencias plenas y familia llena de actividades enriquecedoras.
Desciende
sobre mí una niebla gris que nada tiene que ver con el sol que entra por la
ventana. Al revés que de lunes a viernes, en que no me da tiempo ni de lanzar
un suspiro, ahora el tiempo se alarga, eterno. Entonces, la línea que unía los
dos puntos entre la tele y el ordenador se convierte en un triángulo:
ordenador, tele, nevera. Tele, ordenador, nevera. Nevera, tele, ordenador.
Por
fin me enfado y me digo: “¡Bueno, basta, Mary!”. A veces consigo parar. Otras
veces, no. Cuando llega la hora de irme a la cama estoy que exploto de todo lo que
he picoteado durante el día. Ya no es un triángulo. ¡Es un teorema de Thales!
¡Tales
han sido mis viajes, que ya la suma del cuadrado de los catetos es igual al
cuadrado de la hipotenusa! ¡Cuadrada, estoy de todo lo que he comido! ¡Me da
una rabia! Entonces me pongo triste y adivinad qué hago para alegrarme la vida.
El ocho loco
Tony
Robbins* explica este proceso de una forma que a mí me resultó de mucha ayuda, a
ver si te sirve también a ti.
Hay
una serie de emociones que intentamos evitar a toda costa. Lo podemos hacer de
forma positiva o de forma negativa. Comer, en mi caso, es negativo porque me hace muy infeliz a la larga.
Por
algún motivo que ahora no importa, yo decidí pasar ese sábado sola en casa,
como la peli. Home Alone. Podría haber planeado mi sábado de otra forma: quedar con algún amigo,
hacer algo divertido, invitar a
alguien a comer/merendar/cenar, lo cual me habría tenido ocupada entre compras -no vaya a faltar nada- y cocinar -montones y montones de comida, mejor que so-sobre y no que fa-falte-; ir a la peluquería, terminar la novela que está inconclusa hace un año, ir al cine...¡yo qué se! Cualquier cosa menos quedarme atornillada frente a la tele. Pero no, me quedé en
casa, algo que me hace sentirme triste y sola.
Esa emoción de auto-compasión es la que me lleva a comer. Me siento triste, sola y desamparada entonces como, lo cual me da una momentánea tranquilidad. Pero
luego me siento culpable por haber comido y eso me produce rabia. La rabia hace
que me castigue. Quizá me digo cosas feas mentalmente, quizá coma, esta vez para castigarme en vez de consolarme. El castigo me pone triste. Triste, sola y abandonada. ¿Qué hago entonces? ¡Como!
Y el ocho empieza otra vez. Vamos fluctuando de un lado al otro del ocho, sin poder parar.
La forma que Tony propone
para salir de ese ocho loco es parar en un lado. ¿Cuál creéis? ¡Exacto, el de
la rabia!
¿Te has dado cuenta de
porqué?
La auto-compasión, soledad, tristeza, o como quieras llamarla, son
paralizantes.
La rabia es vigorizante. La rabia te empuja a dar un puñetazo, a
golpear una puerta, a insultar, a cambiar las cosas, aunque a veces sea de
forma drástica, como empuñar un arma.
La rabia será la que nos
ayude a cambiar esta situación que nos causa tanta pena, nos lleva la
autoestima a los talones y nos hace infelices.
Comer en exceso es
solamente el resultado de una emoción negativa. Si logramos cambiar la emoción que nos
sirve de impulsora, dejaremos de comer compulsivamente. En la próxima entrada os explicaré cómo hacerlo.
* Anthony "Tony" Robbins es un autor y orador que motiva la auto-ayuda. Es conocido a través de sus programas de coaching, libros y vídeos de auto-ayuda. Robbins escribe sobre temas como la salud y la energía, los temores de la superación, la comunicación persuasiva, y la mejora de las relaciones.Sus programas han llegado a más de 4 millones de personas de 100 países alrededor del mundo.
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