sábado, 31 de agosto de 2013

1 Hoy he trotado cien metros.

Este blog propone un proceso de cambio paulatino. Si es tu primera vez, lee esta entrada y luego sigue la cronología. Las entradas correlativas irán dando pistas para conseguir el objetivo que nos proponemos: liberarnos de una vez por todas de la necesidad irracional de comer que nos lleva a tener un cuerpo que no nos proporciona la felicidad que nos merecemos. 

Hola, chicas,

Hoy es mi primer día de blog, así que no os sorprendáis ante el título de esta entrada, ya que no me conocéis lo bastante como para daros cuenta de que cien metros de trote para mí es como una maratón para otra gente.

Llevo treinta kilos de exceso de peso y un montón de años a mis espaldas. Un alto porcentaje de esos años ha sido de parálisis. No, no os asustéis; la parálisis no ha sido una enfermedad física, aunque la verdad que hubiese sido una buena excusa para haber ido creciendo de tamaño con constancia año tras año impunemente desde... bueno, desde siempre. 


La parálisis ha sido emocional, que es igual de grave pero no se ve, así que nadie se da cuenta de ella, empezando por uno mismo, que no sabe que la sufre. 
Lo que vemos físicamente es su manifestación. ¡Y vaya que se manifiesta! En mi caso, se ha manifestado en no haberme atrevido a hacer un montón de cosas que podría haber hecho si hubiese seguido el impulso de mi verdadero yo, el que estaba escondido allí en el fondo de este cuerpo maravilloso que he ido deformando y cubriendo con capas de grasa para protegerme de todas las cosas que me daban miedo.

Se ha debido a una serie de circunstancias que os iré desvelando cuando llegue el momento y me atreva, porque claro, he empezado este cambio desde dentro, no desde fuera, y llevo años escondiéndome, ahora no voy a hacer nada que me paralice de nuevo. Tiempo al tiempo.
Lo que sí puedo deciros es que: 


¡Ha llegado el momento!




Ha llegado el momento de eliminar ese peso que mis años me ha costado acumular. 

No pienso gastarme ni un euro, peso, dólar o la moneda que cada una tengáis en vuestro país para pagar a alguien a que me ayude a eliminar para siempre esos kilos de más. (Había escrito "perder", pero he decidido cambiarlo por "eliminar para siempre". No tengo ninguna intención de volverlos a encontrar).
Lo voy a hacer yo y lo voy a compartir con vosotras. Por varios motivos. (No quiero poner un número porque no sé cuántos motivos se me van a ocurrir, seguro que en mi próxima entrada encuentro más razones para compartir mi blog con vosotras. Uno de ellos será vuestras experiencias cuando comencéis a participar).

No hay nada más horrible que intentar perder peso sola. 

El blog os servirá tanto a vosotras como a mí. Yo os tendré a vosotras para que me apoyéis y vosotras me tendréis a mí para que os acompañe. Así seremos todas un equipo en este camino genial de lograr un cuerpo que nos haga felices. Y cuando aprenda a optimizar el uso de este blog, podré compartir un montón de cosas que estoy segura que nos vendrán muy bien a todas. La verdad es que no sé muy bien cómo publicar en el blog, así que tenedme un poco de paciencia, porque caminaaaante no hay camiiiiino, se hace camiiiiino al andaaaaar. (Por ejemplo, si supiese cómo hacerlo, le pondría unas notas musicales para indicar que hay que cantarlo, pero no lo sé. Ya llegará, no os preocupéis).

Las dietas de la alcachofa, de la piña, del huevo duro, etc, no funcionan.  

Venga, seamos honestas. Esas dietas son para las otras, las flacas, las que se desesperan porque los jeans les ajustan un poco en la cadera después de las fiestas de Navidad, se les abre el botoncito del canalillo si se exceden un poco en las vacaciones o tienen tripa cuando acaban de tener un bebé. No las critico: para ellas esos kilitos de más son un problema y hay que respetarlas. 
Cuando quieres perder treinta kilotes, como yo, o veinte, o quince o diez, como otras de nosotras, se necesita un cambio radical, un cambio desde dentro. 
Todas conocemos el efecto rebote: en cuanto nos quitamos la coraza de la dieta volvemos a comer hasta lograr que el peso sea el mismo de antes, o a veces más. 

El cambio vendrá de dentro y será permanente.

Sí, haremos un cambio que será permanente. Ya no tendremos que contenernos. La frase: "No, eso no puedo porque estoy a dieta" será algo del pasado. No quiero decir con esto que no tengamos que dejar de comer ciertas cosas, pero lo haremos con naturalidad, desde dentro, con la facilidad con que lo hacen los otros (de ahora en adelante los que no son nosotras, los que no llevan años luchando contra los kilos, ¿vale?) 
Tomemos el caso de mi yerno. Mi yerno es de los otros. Una vez le dije: -¿Querés postre? Y me contestó lo más campante: -No, no tengo hambre. 

No, no tengo hambre. 
No, no tengo hambre. 
¡¡¡No, no tengo hambre!!!! 
¿¿¿¿No, no tengo hambre???

¿Os dais cuenta qué locura? ¡Es postre! Para comer postre no es necesario tener hambre. Hay que tener ganas de comerse un postre. Comer algo rico porque se me antoja. Porque tiene una pinta maravillosa, por... por gula pura y dura. 

En realidad, cuando uno come postre es que acaba de comer. Según la RAE,  postre: 2. m. Fruta, dulce u otras cosas que se sirven al fin de las comidas o banquetes.

Al fin de las comidas o banquetes, lo pone el diccionario. Y para aclarar aún más: 

RAE: banquete 2. m. Comida espléndida.

Técnicamente, después de haberse zampado una comida espléndida uno no tiene hambre cuando llega el postre. Leed la definición otra vez: Al final. Lo dice bien clarito. 

Por algo existe la expresión: a la postre:  (Por cierto, ¿por qué será en femenino, si postre es masculino? ¿Será que a las mujeres nos pierden los postres?) 

NUNCA se tiene hambre cuando se llega a un postre. El postre se come por gusto, por disfrutar, no para saciar el hambre. 

Cuando oí que mi yerno decía aquello, sentí una envidia tremenda. (Por eso escribí la frase en verde). Por eso de verde de envidia. 

Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.

No sé cómo se le olvidó a Federico lo de la envidia. 

Verde que te quiero verde.
Verde envidia, verde flaca, 
verde postre, brownie verde, 
verde helado, verde tarta. 

Pensé: "Lo que daría por poder decir, no gracias, no tengo hambre" cuando alguien me ofrece un postre

Imaginad esta situación: 

-Mary, aquí tienen una tarta de chocolate con salsa caliente y helado de vainilla que está de muerte. ¿Quieres?
-No gracias, no tengo hambre. 

O cualquier expresión equivalente: 
-Ma, ¿querés un alfajorcito de dulce de leche?
-No, gracias, muñeca, ahora no tengo ganas.

-And you, Mary? Would you like some trifle? (no sabéis la maravilla que es trifle de mi amiga Sue)
-No, thanks, Sue. I have had enough. I'll have a black coffee, please. 

-¿La señora va a comer algún postre?
-No, gracias, no me apetece. ¿Me trae una infusión, por favor?

Pues bien, llegará el momento en que podamos hacerlo, chicas. La dieta no será una camisa de fuerza intentando contener el impulso natural que procede de nuestro subconsciente. 

El impulso del subconsciente será el otro, el que nos haga decir que no a ese postre que tiene una pinta tremenda pero que va a satisfacer un deseo momentáneo para causar un montón de ansiedad, culpa y angustia luego.

¿Cómo lo lograremos? 

Bien, tengo un montón de herramientas para compartir con vosotras. Antes no las había activado por esa parálisis que os conté, pero como ya he tomado la decisión, ahora ha llegado el momento de poner en práctica todo lo que he aprendido y que nunca he llevado a cabo. 

A medida que lo haga yo, lo hacéis vosotras conmigo y todas salimos ganando. 

¿Os apuntáis?


Por cierto, para que quede constancia, ahora peso 96 kilos. 



2 comentarios:

Unknown dijo...

Vamos Mary todavíiaaaa!!!

Unknown dijo...

Gracias, muñequita.